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-La boca..
Entre labio y labio
Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena de jugos intensos,
de ágiles vinos, de agua fresca,
donde la lengua, leve serpiente de delicias
blandamente ondula, y se anida el milagro
de la palabra...
-El cabello..
Dulce enredadera serpentina,
Dulce enredadera serpentina,
única vegetación en la tierra tierna de mi cuerpo,
hierba fina que sigue creciendo sensible a la primavera,
ala de sombra contra mi sien, leve abrigo sobre la nuca.
Para mi nostalgia de ave, mi penacho de plumas.
-Los pies..
Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan...
-La piel
..
Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
mi piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y mi cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.
-El corazón..
Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
...
que espera vagamente
escaparse.
Alaíde Foppa
(extractos)