Espejo

 ...

 Miré a la dulce niña del pasado 
con piel ansiosa y con el ojo puro,

dibujando su forma contra el muro
 donde el amor la había equivocado.


Era yo misma... cuerpo ya olvidado,
 gesto de ayer y corazón seguro;

simple inocencia en el afán oscuro 
y secreto del canto inaugurado.



Estaba allí, casual y sensitiva,
 dueña del dardo y la manzana 
viva
 en trémula quietud y extraño aliento.



Toqué su falda de vergel y danza,
 
entré en el corazón de la esperanza
... y recogí el engaño del momento.

Clara Janés