El Deseo

*
Los cuerpos se quedaban del lado solitario del amor,
como si uno a otro se negasen sin negar el deseo,
y en esa negación, un nudo más fuerte que ellos mismos
indefinidamente los uniera.

¿Qué sabían los ojos y las manos,
qué sabía la piel, qué retenía un cuerpo
de la respiración del otro, quién hacía nacer
aquella lenta luz inmóvil como única forma del deseo?


José Ángel Valente