I
Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retumbante sobre el empedrado de los patios.
Todo el invierno va a penetrar en mi ser: cólera,
odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Escucho temblando cada leño que cae;
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.
Me parece que, mecido por este chocar monótono,
clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? -Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.
II
De tu lánguida mirada amo la luz verdosa,
dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.
Y sin embargo, ámame, ¡corazón tierno! sé maternal
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
¡Breve tarea! la tumba aguarda; ¡Está ávida!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
del otoño el destello amarillo y dulce!
Charles Baudelaire
Por:Janico
♫ Samuel Barber - Adagio for Strings