Nadie lo sabe y lo dice; sólo tú por mi secreto
¿Con qué llave penetraste
por la cárcel de mi sueño?
Teníamos la frontera;
una almohada de por medio
y de pronto,
enredadera
que va alzándose del suelo,
le diste alcance a mi sombra
y se iluminó el momento.
Está bien, mucho mejor.
Así nos sabrán más frescos
los abrazos,
ya no queda
vallado entre los dos huertos.
Si alzábamos ese muro
fue por gusto de romperlo
después,
que sabe mejor
lo que antes tuvo misterio.
(...)
Nos hizo cómplices.
Puso
su sal bajo nuestros besos
y que el mundo pareciese
recién estrenado, nuevo.
Que yo no quiero tener
-ay, amor, que no quiero tenerlo-,
que no quiero conservar
ni siquiera un pensamiento
con las raíces antiguas
... clavándose en el pecho.
Pilar Paz Pasamar