Un beso sensual, una vibración suave, una leve brisa;
tu voz,
que, simulando ser un hada revoltosa a un
mundo mágico de sueños
condúceme juguetona ...
Una cálida noche estrellada de verano,
las aguas serenas de un mar apacible;
tus ojos,
que penetrando en ellos al mirarte,
mi horizonte paréceme,
en el fondo, vislumbrar.
El tacto sutil y delicado del terciopelo,
la seda caediza sobre la piel decorosa;
tus labios,
savia enardecida del cedro desbocado,
cobijo de la alondra ardiente y candorosa.
El despertar ansiado del sentimiento desnudo,
palpitante y tentador, apremiante y poderoso;
una caricia,
se impregna el alma extasiada del aroma
intenso del espliego
... con tan liviano roce.
Asido hondamente el placer ignorado,
queda el litigio de avivarlo sin descuido;
consumada la fusión de la sustancia etérea,
el «Tú y Yo» es un trasunto del «Nosotros»...
Ana Rodríguez