Dilo, dilo otra vez...


Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo que me quieres, 
aunque esta palabra repetida, en tus labios, 
el canto del cuclillo recuerde.

Y no olvides que nunca la fresca primavera
llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.

Me saluda en las sombras, amor, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,
clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» 
¿Quién teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año?

Di que me quieres, di que me quieres: 
renueva el tañido de plata; mas piensa, querido mío,
en quererme también con el alma, en silencio.

Elizabeth Barret Browning