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Como sobre una tapia se adormece una rosa,
yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.
Y contemplarte luego, a la luz de una estrella,
interminablemente, de la frente a la boca,
como contempla el agua, inclinada sobre ella
... la frente taciturna y eterna de una roca.
Baldomero Fernández Moreno