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¡Cuán vanamente,
cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor, perfume!...
Flor, no; florezco.
Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente; doy el fruto.
El agua corre en mí; no soy el agua.
Árboles de la orilla; dulcemente
los acojo y reflejo; no soy árbol.
Ave que vuela, no; seguro nido.
Cauce propicio, cálido camino
para el fluir eterno de la especie...
Ángela Figuera Aymerich