*
Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.
Límite de la tarde preferida, bajo un torso de niebla enajenada.
No hay tránsito a la noche enamorada, pájaro sometido y sin salida.
Oh, ese cerrado cielo en que se unen el poderoso mar
y el labio suave de la tierra; horizonte atormentado.
(...)
Oh, la flecha de Dios en tu costado.
Vicente Gaos