Palabra de Diosa

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Mi delicada flor se abre. Tu luz penetra
Soy la aguja, tú el hilo; Borda.

Éste es mi cuerpo.
Éste, el río de mi sangre.
Te envuelvo en él, sumerges tu propio río oculto.

Soy tuya, soy ajena, soy de nadie;
Tu propia imagen soy, tu propia esencia.

Ven, naufraga conmigo una, y otra, 
y otra vez hasta anegar al mundo.

Los vocablos se encuentran y se besan;
nace el sentido, la poesía sonríe.
Tus labios y los míos se encuentran,
dialogan; la dicha llaga cuerpo y alma.

Plena y colmada rebosante de mí, me derrama en tu boca.
Cuando dices mi nombre te beso en cada sílaba, 
tus labios besan mi carne, me recorren, 
penetran en mi oído, me poseen.

El deseo tiene garfios de hierro, dedos de mar, raíces.
Con ellos se aferra a la carne como el árbol al borde del abismo.
En él, la vida afirma su inquebrantable voluntad de no cesar.

Sigue lloviendo, entonces, incontenible como el huracán más olvidado, 
como la tormenta más ciega que habita en el fondo de la gota de rocío.
Sigue lloviendo, sin pausa, hasta que entienda el mundo.

Ven, por fin; gira conmigo hasta la dicha.

Carmen González Huguet



Fotografía : Tube Stories
Por:  Eric Paré